jueves, 9 de julio de 2009

Vasconcelos hoy


Se cumple en este año medio siglo de la muerte de José Vasconcelos, mexicano ilustre que dejó en nuestra historia una marca imborrable; fue sin duda y principalmente un intelectual que escribió lo mismo sobre derecho, arte, literatura y sociología, pero fue también un hombre de acción que participó destacadamente en varias etapas de nuestra historia.

Fue maderista y, por tanto, desde su posición de abogado y de académico participó en la Revolución Mexicana; Francisco I. Madero le encomendó diversos encargos, el más importante como agente del caudillo en Washington.

Cuando Victoriano Huerta consumó en 1913 la traición en contra de Madero y lo asesinó junto con José María Pino Suárez, Vasconcelos no dudó en unirse al movimiento constitucionalista encabezado por Carranza, quien le encomendó en Europa y en Estados Unidos algunos encargos, todos cumplidos cabalmente.

Fue, posteriormente, un severo crítico de Carranza y culminó su carrera de revolucionario en los gobiernos de Adolfo de la Huerta, quien lo designó jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes, y más tarde, bajo la presidencia de Álvaro Obregón, tuvo a su cargo la Secretaría de Educación Pública, desde la cual, en muy corto tiempo, impulsó una obra cultural que transformó el ambiente intelectual de México y trascendió a Latinoamérica; no ha sido gratuito el título que se le dio entonces de Maestro de América.

Terminada su gestión, decepcionado de los gobiernos autoritarios y militaristas en los que había colaborado con espíritu libre y civilista, se dedicó a su trabajo intelectual sin dejar de participar en política; su momento culminante es la campaña por la presidencia de la República, ya como un opositor a los regímenes revolucionarios, a los que fustigó durante su brillante campaña, en la que fue seguido por los jóvenes más destacados de su tiempo.

Ante la elección de Estado que llevó a Pascual Ortiz Rubio a la presidencia, denunció el fraude electoral como una farsa de la que acusó al gobierno de Plutarco Elías Calles por el uso ilegítimo de recursos oficiales y por la corrupción que se había asentado en los niveles más altos de la administración.

Promulgó su Plan de Guaymas, en el que se designó "única autoridad legítima", rememorando la revolución maderista de 1910 y convencido de que el pueblo se levantaría en armas en su favor, como lo hizo en contra de la dictadura porfirista. Al no obtener respuesta a su llamado a las armas, se exilió durante algún tiempo y volvió a México a seguir escribiendo sobre diversos temas; murió en 1959.

Como alguna vez dijo su yerno Herminio Ahumada, Vasconcelos fue un hombre que unió la acción al pensamiento. Su influencia en el México de su tiempo ha llegado hasta nuestros días.

Es autor del lema Por mi raza hablará el espíritu, dedicado a la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que fue eminente rector; como secretario de Educación Pública impulsó muchas campañas que dejaron honda huella: una fue la de alfabetización del país, con sus brigadas de maestros y voluntarios que recorrieron toda la República. Asimismo promovió la lectura con ediciones cuidadosas y al alcance de la gente por su precio, letra grande y número de ediciones: son los famosos libros verdes de Vasconcelos que todavía se encuentran en muchas bibliotecas públicas y privadas, considerados siempre como ejemplares especialmente apreciados.

En política alentó la participación de los ciudadanos independientes en la oposición; sin duda fue un inspirador indirecto del antiguo partido de Acción Nacional, aquel que luchaba por la democracia, por el respeto a la dignidad humana y por principios de justicia social. No hay que olvidar que Vasconcelos fue maderista y que Gómez Morin, fundador del PAN en 1939, había sido colaborador de Vasconcelos y partícipe en su campaña opositora, 10 años antes.

Quienes asisten hoy a los grandes estadios deportivos deben saber que el primer estadio para practicar el atletismo y otros deportes fue construido, hace apenas un par de generaciones, cuando Vasconcelos era secretario de Educación Pública en lo que es ahora el conjunto habitacional Benito Juárez, a un lado de la actual avenida Cuauhtémoc, en ese entonces Calzada de la Piedad.

Mucho logró sin duda cambiar en México este intelectual de primera línea: impulsó el muralismo, la música mexicana, la literatura, la generalización de la enseñanza a todas las clases sociales, el deporte y el reconocimiento de México en el mundo. Capitaneó a un grupo de jóvenes profesionistas y estudiantes que dieron en su momento un alto y valioso contenido a la Revolución Mexicana; sin embargo, el impulso ha sido frenado y traicionado frecuentemente.

Aún estamos en espera de que se cumplan todos los sueños de José Vasconcelos; tenemos otra vez a los militares en las calles, la democracia padece los mismos atropellos y mistificaciones que en 1929 y los gobernantes, con todo y sus maestrías y doctorados, encarnan la misma violencia y el mismo militarismo autoritario, la misma codicia y la misma desvergüenza que Vasconcelos combatió.

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La obligación de votar

La Constitución se refiere al voto ciudadano al que califica de popular en dos artículos sucesivos del capítulo IV del título primero de la Carta Magna, que tiene como encabezado éste: De los ciudadanos mexicanos.

El primero de los artículos que menciono, el 35 de la Constitución, establece en una pequeña lista cuáles son las prerrogativas del ciudadano mexicano; el primer inciso señala que esa prerrogativa inicial, fundacional, es votar en las elecciones populares.

El texto de la norma constitucional no usa el término derechos, sino precisamente el de prerrogativas; votar en la intención del constituyente es algo más que un derecho: se trata de un privilegio exclusivo de los ciudadanos mexicanos. La acción de votar no puede ser ejercida por cualquiera, sólo por nosotros, los ciudadanos. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia da, entre otras acepciones, a la palabra prerrogativa la de facultad importante de un poder del Estado; en una república votar es la facultad esencial del más alto poder del Estado, que es el pueblo, titular de la soberanía en un ente como el nuestro, que se define a sí mismo como una república representativa, democrática, federal, en la que el pueblo ejerce su soberanía por medio de los poderes de la Unión.

No votar es lo mismo que votar en blanco o anular el voto de alguna manera; significa renunciar a un privilegio, a una prerrogativa de la que somos titulares e implica dejar en manos de otros lo que estaríamos obligados a hacer por nosotros mismos.

Pero en otro artículo, en el 36 la Constitución, se enumera cuáles son las obligaciones del ciudadano de la República, y dice en su inciso III: votar en las elecciones populares en los términos que señale la ley. Lo anterior significa que votar, como definía don Eduardo García Maynes, es un derecho de ejercicio obligatorio. Tenemos el derecho de votar y nadie nos lo puede disputar; nuestra ley suprema lo eleva, dándole la calidad de prerrogativa, pero también tenemos la obligación de acudir a las urnas y emitir nuestro sufragio. El precepto citado en último término así lo dispone; votar es un derecho, pero es simultáneamente una obligación.

Campañas como la que estamos sufriendo en estos días, que en forma incomprensible invitan a anular el voto, son orquestadas, ejecutadas y planeadas por personas que, o no conocen nuestra ley fundamental, o no les interesa en lo más mínimo; junto con las obligaciones de inscribirse en el catastro de la municipalidad, alistarse en la guardia nacional, desempeñar los cargos de elección popular y los cargos concejiles del municipio, está la de votar en los comicios.

La democracia formal, que convoca a votar cada tres años, ciertamente no es suficiente, ni plenamente satisfactoria para quienes se interesan en la comunidad nacional de la que formamos parte, pero es ahora lo único que tenemos: es el instrumento o herramienta para poder influir en la política del país y, si bien es cierto que en algunos casos pudiera ser que todos los candidatos seamos tan malos que no es posible escoger al que lo sea menos, la regla general es que hay candidatos de numerosos partidos, entre los cuales tenemos que optar, y si no nos convencen las personas postuladas, debemos pensar que nuestro voto también significa elegir entre concepciones distintas del país, entre proyectos diferentes de nación.

No es lo mismo un voto por un partido que asume el neoliberalismo como doctrina que otro que se define como de izquierda y busca la justicia social y defiende la economía popular; no es lo mismo votar por partidos que han demostrado en gobiernos concretos su ineficacia, que por otros que han gobernado bien y mejorado la entidad que les fue encargada por una votación anterior.

Lo cierto es que sí hay mucho de donde escoger y que, a pesar de ello, en forma extraña y nada razonable, se convoca a no votar; hay algo de vanidad en algunos de los que invitan a esta violación constitucional; si yo no estoy en las listas es que no hay por quién votar, parece que pensarán. Me he encontrado también a viejos periodistas y conductores que por años y años sirvieron sin escrúpulos al viejo sistema antidemocrático, fueron empleados dóciles y sumisos de los soldados del presidente y nunca hicieron o dijeron algo en contra de la falta de democracia en la que vivía el país y hoy se rasgan las vestiduras porque, según su opinión, no encuentran por quién emitir un sufragio; se presentan como sesudos filósofos sociales e invitan a no votar. Sin duda podrían hacerlo al menos por el partido al que antes sirvieron en forma obsecuente, pero no, prefieren poner en el mismo saco a todos, sólo porque algunos tienen conflictos internos, sin considerar que, independientemente de la coyuntura transitoria, los partidos representan una concepción política, sostienen una doctrina política y presentan propuestas o líneas ideológicas.

No deja de ser sospechosa esta actitud. Las dictaduras surgen del de-sengaño de la democracia y es muy peligroso jugar con el fuego de la de-sesperanza y del nihilismo político; espero que muchos ciudadanos no se dejen envolver por esta hábil propaganda en favor del abstencionismo, superen la tentación de imitar a los que se creen muy listos por anular su propio voto y ejerzan su derecho constitucional a votar y cumplan con su obligación de hacerlo.

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Rincones de la Benito Juárez



En mis recorridos por la delegación Benito Juárez he rencontrado lugares que conocí y frecuenté, algunos conservan aún su antigua belleza y otros reflejan incuria y abandono; el parque de la colonia Álamos, que lleva el nombre del coronel tlaxcalteca Felipe Santiago Xicoténcatl, me hizo recordar el día en que don Lino Santacruz lo inauguró y develó un pequeño busto del héroe.

El maestro Santacruz era el estimado director de la escuela pública Estado de Chiapas, pero era también un promotor de la vida cultural y social de la comunidad y admirador de su paisano, el coronel Xicoténcatl, muerto con el batallón San Blas a su mando, defendiendo a la Patria de los invasores estadunidenses en las laderas del cerro de Chapultepec, el 13 de septiembre de 1847, poco antes de que les tocara su turno a los cadetes del Colegio Militar.

Estuve en la inauguración del jardín, como un alumno más de sexto año, con respeto y admiración, en la ceremonia presidida por el maestro Santacruz y hoy vuelvo a recorrer el parque en el que se encuentran los pocos álamos blancos sembrados por él, que confirman el nombre de ese barrio de mi niñez.

Parque de la Lama


Parque de la Lama 1934

Otro paraje de la delegación que trae recuerdos de épocas mejores a quienes me dan su testimonio es el para mí de mal gusto, edificio del World Trade Center, al que medio salva el Polifórum Cultural Siqueiros. En ese gran predio, motivo de indignación para los vecinos de la colonia Nápoles por las construcciones desmesuradas que alteran la vida y el ambiente urbano de la comunidad, hubo un hermoso jardín que fue patrimonio de la ciudad de México.

Me cuentan y algo ya sabía de eso, que hace años ahí se encontraba el Parque de la Lama, un umbroso paraje, espacio arbolado, en el que había ardillas, venados, aves de varias especies, que un señor De la Lama, su propietario, mantuvo durante muchos años como un pulmón de la ciudad y al servicio de la misma. Agrega la leyenda urbana, que tendremos que verificar en el Registro Público de la Propiedad, que el parque fue donado por su propietario a la ciudad, pero que algún regente de la era predemocrática permutó el hermoso paraje por un terreno de menor valor y belleza, más al sur, en donde las ladrilleras, con tanta tierra que excavaron para fabricar tabiques, dejaron a menor nivel que su contorno y es lo que ahora conocemos como el Parque Hundido, que costó mucho rehabilitar.

Mientras que en los Álamos un maestro normalista de la vieja escuela construía un parque para la colonia y lo dotaba de un nombre histórico, en el rumbo de Insurgentes, los eternos especuladores de la tierra urbana hacían transacciones que les producían pingües ganancias a costa del patrimonio de la indefensa ciudad.

VISTA DE LA CALZADA DE TLALPAN A LA ALTURA DE LA COL. ÁLAMOS. 1950



VISTA DE LA CALZADA DE TLALPAN A LA ALTURA DE LA COL. ÁLAMOS. 1950

Hoy los vecinos de colonias como Insurgentes Mixcoac, Nápoles y Del Valle, de los antiguos pueblos como San Lorenzo, Xoco, San Juan y otros y de las colonias más modestas como Moderna y Portales, se quejan unánimes por el surgimiento de edificios como hongos en la humedad, que provocan deterioro en la calidad de vida de los habitantes, pero que, nuevamente reditúan importantes ingresos a quienes hacen negocios inmobiliarios y a quienes los supervisan, pero en detrimento, otra vez, de los vecinos. Como en El Napoleón de Notthing Hill de Chesterton, es necesario recuperar el amor a la pequeña patria que es nuestra comunidad vecinal, barrio, colonia, pueblo o unidad, los nombres son lo de menos, lo importante es que seamos solidarios con nuestro lugar y nuestros vecinos.

En la gran urbe, capital de nuestro país y en medio de ella en la delegación Benito Juárez, contamos los capitalinos con innumerables lugares, monumentos, zonas verdes, edificios históricos o de época, bellos por algún concepto, que hay que preservar y rescatar. Que el progreso continúe, que la ciudad crezca, pero no al precio de nuestro recuerdo histórico y patrimonio común.

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Acciones irresponsables

No pueden ser acciones responsables las que combaten delitos o dicen hacerlo, mediante procedimientos claramente violatorios de principios elementales de derecho y preceptos constitucionales expresos. Me refiero a las detenciones plurales y simultáneas de servidores públicos en ejercicio, verdaderas razias o redadas, a partir de sospechas, pruebas más bien vagas y supuestos testigos protegidos o denuncias anónimas.

Del llamado michoacanazo se ha dicho, con razón, que es un caso en el que la Federación atropelló la soberanía del estado, puesto que sin solicitud del gobernador y sin siquiera informarle, fuerzas del gobierno central, compuestas por elementos del Ejército, de la Policía Federal y de la Procuraduría General de la República, fuertemente armadas y con los rostros de muchos de sus elementos cubiertos, incursionaron como si estuviéramos en guerra en diversas oficinas públicas, incluido el Palacio de Gobierno del estado.

La falta de aviso o de una mínima cortesía entre autoridades, pudo haber ocasionado una tragedia, si las fuerzas locales, como lógica reacción al ingreso de hombres armados a las áreas bajo su custodia, hubieran hecho uso de sus armas, lo que afortunadamente no sucedió.

Sobre la violación al sistema federal, ya se han dado algunos argumentos en pro y en contra; por supuesto, la Secretaría de Gobernación defiende la muy dudosa incursión como necesaria para evitar que se fugara información y por tanto también algunos de los buscados.

Por lo que a mí toca, me preocupa otro aspecto que no ha sido discutido con la misma amplitud: la violación a lo dispuesto por el artículo 16 de la Constitución. Según este precepto, una persona sólo puede ser detenida, esto es, privada de su libertad, en tres supuestos.

El primero es cuando a petición del Ministerio Público se ejecute una orden de aprehensión dictada por un juez; para ello se requiere que preceda denuncia o querella de un hecho que la ley considere como un delito; en el caso de Michoacán esto no sucedió, puesto que con lo único que se pretendió justificar la detención de los servidores públicos fue con una orden de presentación dictada por un agente del Ministerio Público federal.

El segundo caso es cuando se trate de un delito flagrante, lo que significa que es posible apresar a un delincuente en el momento mismo en que está cometiendo el ilícito; la doctrina de derecho penal y la jurisprudencia han ampliado este supuesto a lo que se llama la cuasi-flagrancia, que es la detención inmediatamente después de que el delito se cometió y mediante la persecución inmediata del autor del hecho.

Finalmente, el quinto párrafo del artículo 16 constitucional autoriza la detención, sin orden de aprehensión, para casos de delitos graves y sólo en casos urgentes, ante el riesgo fundado de que el indiciado pueda sustraerse a la acción de la justicia y siempre y cuando no se pueda ocurrir ante la autoridad judicial por razón de hora, lugar, o circunstancia, en dicho caso el Ministerio Público podrá, bajo su responsabilidad, ordenar su detención fundando y expresando los indicios que motiven su proceder.

Agrega el precepto que en caso de urgencia o flagrancia deberá resolver el juez que reciba la consignación del detenido, no hay espacio constitucional para el arraigo, si la acción fue necesaria o no, en este caso, decretar la libertad con reservas de la ley.

Los detenidos en Michoacán y los detenidos en otras entidades del país no se encontraban en ninguno de los supuestos descritos; no había flagrancia, puesto que según las noticias y los boletines de prensa los apresados se encontraban en sus centros de trabajo desempeñando sus labores; no había caso urgente por las mismas razones y porque no daban trazas de evadirse y en último de los casos porque no era imposible solicitar a un juez la orden de aprehensión y, por supuesto, no hubo orden de ningún juzgador.

Estos hechos y otros indican que el régimen actual sigue empeñado en combatir la delincuencia, si es que en el caso se trata realmente de delincuentes, mediante acciones que restringen y atropellan garantías individuales; no podemos canjear seguridad por derechos humanos elementales. No hay que olvidar, es importante, que no solamente se encuentran estas garantías en nuestra Constitución, sino que forman parte de declaraciones y tratados de carácter internacional que México ha suscrito, pero que lamentablemente se encuentran olvidados y postergados.

Fue muy malo, y así lo hicimos notar en su momento, que en el artículo 21 constitucional, recientemente reformado, hayan equiparado a los policías con agentes del Ministerio Público, así en general, y que después se hayan confundido policías investigadoras con policías preventivas, y que con todo esto se haya trastocado nuestro sistema jurídico penal y de garantías individuales. Es irresponsable actuar de esa manera; la delincuencia hay que combatirla sin cometer delitos y especialmente sin violar derechos humanos.





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La Plaza de la Aguilita

Para quienes conocemos y apreciamos el valor del Centro Histórico de la ciudad de México es sumamente satisfactorio apreciar el esfuerzo por devolverle su esplendor, en la medida de lo posible, que está llevando a cabo el gobierno de la ciudad, esfuerzo desde hace ya varios años y que no se ha detenido y avanza ahora hacia el oriente, por las calles que recientemente han sido tocadas por el programa restaurador.

Un pequeño y hermoso sitio denominado Plaza Manzanares, con todo y su capilla del siglo XVIII, quedó reluciente, limpio y despejado de vendedores ambulantes; un sitio digno de ser visitado por los vecinos de la ciudad de México y por los turistas que nos frecuenten; como dice el dicho, a toda capillita le llega su fiestecita. Esta que ha aparecido en películas de la ciudad como una zona sórdida y peligrosa, pero ya no será escenario de esas truculencias, quedó lista para pasear por ella, sólo le falta como a la peatonal de Regina, algunos cafés para que la vida social se renueve en la zona.

Al recorrer el rumbo que se está rehabilitando, vienen a la memoria los viejos nombres de las calles, que evocan personajes, incidentes o hechos históricos o son simplemente referentes de templos de antaño o de casas de vecinos distinguidos. Por ahí está la que fue la calle del Indio Triste, la de la Canoa, la de los Mesones, que sigue llamándose así. Conservan sus nombre antiguos Correo Mayor, Roldán, Jesús María, Topacio, Carretones y algunas otras; en cambio nombres nuevos son los de las repúblicas latinoamericanas como El Salvador, Venezuela y Uruguay; otras más, llevan ahora nombres de personajes históricos como Pino Suárez y Venustiano Carranza o bien el que la modernización de la ciudad les ha dado como es el caso de avenida Circunvalación, que fue uno de tantos intentos de rodear a la urbe por una vía circular que evite el paso por el Centro. Otros círculos concéntricos alrededor de este primer intento son el Circuito Interior y más recientemente el Anillo Periférico, cada vez más alejados y abarcando en su interior poblaciones enteras que podrían ser por sí mismas ciudades y no sólo sectores de la gran capital.

Al sureste de esta zona que se está rehabilitando, se encuentra una plaza pequeña y que debió ser acogedora, conocida por los vecinos como la Plaza de la Aguilita, porque tiene en el centro una fuente adornada con una escultura de bronce que representa al águila emblemática de la Gran Tenochtitlán devorando, por supuesto, su consabida serpiente.

Su nombre oficial es Plaza Juan José Baz, en recuerdo de un orador popular fogoso y arrebatado, que encendía a la plebe de la ciudad con sus arengas en favor del liberalismo y en contra de los polkos y conservadores. Desde este espacio invito a las autoridades de la ciudad de México a que continúen hacia esta bella plaza la labor de rescate; será un nuevo y hermoso sitio rodeado de casas coloniales o porfirianas, que merece sin duda atención y dignificación.

Muy cerca están también, ya en pleno barrio de San Pablo, las calles de Santo Tomás y de Roldán, que actualmente se encuentran abandonas y son refugio de delincuentes, muchos de ellos chineros, especializados en esa forma de asalto a los transeúntes; si las obras avanzan en esa dirección, esa parte tan vital y activa de nuestra urbe, tendrá mejoras que elevarán sin duda la calidad de vida y la dignidad de los habitantes que bien lo merecen, porque son antiguas comunidades que se distinguieron siempre por su tesón en la lucha en contra de la pobreza. Hay un celebre grabado del Siglo XIX reproducido muchas veces, en donde aparece el Puente de Roldán, repleto de personas y mercaderías que llegaban por el canal desde Santa Anita y Xochimilco para surtir los mercados de la ciudad.

Ahora los canales son calles y avenidas, pero se conserva el ambiente de actividad y movimiento que retrató el grabador; hoy podemos ver a una multitud similar que hace comercio en la vía pública, que va y viene y que tiene la misma vitalidad y ánimo que sus tatarabuelos que llegaban no en peseras o microbuses como ahora, si no en trajineras y chalupas repletas de personas cargadas con sus frutas y legumbres que traían de sus chinampas y muchas veces de más lejos, desde tierra caliente para llevar al mercado del Volador.

Felicidades al gobierno de la ciudad por estas obras y nuestra petición de que no se detengan y lleguen a la Plaza de la Aguilita y más allá.



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ESTADO DE INTERDICCIÓN

Es increíble, inusitado cuando menos, que alguien, en este caso el ex presidente Miguel de la Madrid, se haya declarado a sí mismo en estado de interdicción; que él, por voluntad propia, se haya puesto en la tesitura de incapacidad y, por tanto, en la hipótesis, según nuestras leyes civiles, de requerir de ahora en adelante, para sus actos de derecho, de su vida civil y familiar, de un tutor que lo represente y firme en su nombre, que le autorice a viajar y disponer de sus bienes, pues ése es el efecto de una declaración de interdicción.

En la vida cotidiana, la de los simples mortales, se dan casos en los que se solicita de un juez de lo familiar que alguien sea declarado en estado de interdicción; esto sucede cuando la persona ya no tiene capacidad para decidir con lucidez por sí misma y requiere, como lo requiere también un menor de edad, que sea otro quien la represente legalmente, en el caso de un adulto incapaz, un tutor, quien será el que tome las decisiones que normalmente le corresponderían.

En mi vida profesional he conocido más de un caso en el que familiares cercanos a un anciano, impacientes porque sigue viviendo más de la cuenta, y no ven cómo disfrutar de la herencia, solicitan en contra de la voluntad de éste su declaración de interdicción, pero el juez no la dictamina sin oír al anciano y sin antes tomar en cuenta dictámenes periciales obligatorios, ordenados por la ley, de sicólogos y siquiatras. En el mejor de los casos, el procedimiento ocupa varios meses, porque no es poca cosa declarar incapaz a alguien; la sentencia es muy delicada y cuidadosa, la dicta el juez que es un experto en derecho, con el apoyo de los expertos en las ciencias de la conducta y la conciencia humana y, por supuesto, conociendo personalmente y escuchando a la persona sometida al penoso juicio, con el que prácticamente se pierde la personalidad jurídica, al menos la de ejercicio...

Miguel de la Madrid y su familia no se tomaron esas molestias y literalmente de la noche a la mañana, o más bien de la mañana a la noche, dictaminaron que el ex presidente es incapaz y que lo que dijo no le obliga. Diré como aquellos carteles, denominados espectaculares, que pusieron hace unos años en contra de Roberto Madrazo: ¿Tú les crees? Yo tampoco.

Lo cierto es que la entrevista reveladora que llevó a cabo la cada vez más respetada periodista Carmen Aristegui, inteligente, con un valor civil a toda prueba, nos muestra a un hombre, ciertamente de edad, con alguna torpeza leve en el hablar, pero evidentemente congruente y hasta cuidadoso en alguna de sus respuestas; se le ve y escucha contestar con pleno conocimiento de causa las preguntas que se le hacen y no parece que se trate de un hombre que no sabe lo que dice.

Ciertamente, con la edad hay algunas fallas en la memoria, que no es tan veloz como en la juventud, y algunas limitaciones, que sólo en casos extremos y previa determinación de peritos y la intervención imparcial de un juez experimentado ameritan que alguien sea declarado incapaz. Por supuesto, el caso del ex presidente no es de ésos.

El incidente muestra hasta qué bajeza ha caído nuestra clase política, que está integrada no sólo por políticos profesionales, sino también por los dueños de las televisoras, quienes, a pesar de la importancia de la noticia no hicieron un solo comentario en sus programas normalmente nutridos de chismes y escándalos, y vaya si éste es un gran escándalo.

Causa pena ajena que un hombre se desdiga de su palabra y la anule o trate de anularla afirmando que ésta no es válida porque él se encontraba enfermo. En un juicio ante los tribunales, esa retractación no tendría ningún valor; sin embargo, parece que para los noticiarios de televisión fue suficiente para cerrar el caso. Así también han de pensarlo quienes forzaron al ex presidente a esa vergonzosa retractación, pero por supuesto, están equivocados; el testimonio tiene toda al fuerza política por quien lo dijo y porque simplemente corrobora lo que la opinión pública ya conocía.

Otro punto que no puede pasarse por alto es el cinismo de quienes obligaron al declarante a desdecirse; quedará siempre la duda de cuál fue el nivel de los argumentos para que lo hiciera. Como no sabemos con certeza qué pasó, aunque alguna vez se sabrá, podemos sospechar que las amenazas fueron pesadas, pudieron haber sido sobre la integridad y la vida del mismo declarante o de sus familiares, a pesar de que está permanentemente protegido por una escolta del Ejército; pero también pudieron haber sido amenazas de revelaciones de actos cometidos por él o por personas cercanas a él, tan graves o más que las que reveló de su sucesor en la Presidencia de la República. Parece, en este caso, que habló quizá en un acto de descarga moral que seguramente le pesaba, pero se olvidó de que él o personas cercanas a él también pudieran ser exhibidos o denunciados públicamente en la misma forma que lo fue el ex presidente Salinas.

Las lecciones de este triste y vergonzoso sainete deben ser que quede más claro cada vez ante los ojos de la gente que hemos tenido y seguimos tendiendo dirigentes sociales de muy poca valía y de una falta de ética a tal grado, que bastaría para que la gente encuentre la razón de sacudirse a este tipo de gobernantes y dirigentes sociales, así como de los manipuladores a través de los medios, y reasumir la soberanía que le corresponde y que se encuentra por lo pronto secuestrada. No hay mal que por bien no venga.




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lunes, 18 de mayo de 2009

ARRANQUE DE CAMPAÑA.


Combatiz.com sitio web de la campaña

Con todo el entusiasmo de un equipo de trabajo hoy arranca la campaña electoral para la delegación Benito Júarez

Con intensas jornadas de interacción con la ciudadanía para integrar el espectro de los grandes problemas y fijar responsablemente las estrategias que habrán de resolverlos mediante acciones conjuntas entre autoridades y vecinos iniciamos hoy un ambicioso plan de trabajo limpio y transparente.

Invitamos a la comunidad de la Delegación Benito Júarez para que se una en estos propósitos de cambio.

sábado, 16 de mayo de 2009

Violencia contra jóvenes

Con motivo de mi colaboración en el gobierno legítimo como secretario de Justicia y Seguridad, he tenido ocasión de conocer diversos casos de jóvenes que son involucrados en delitos graves o aparentemente graves, por los cuales van al reclusorio y soportan procesos judiciales sin derecho a libertad causional.


Muchos casos son hechos inventados o exagerados por los policías que buscan obtener las recompensas que sus jefes les dan si logran detenciones importantes; en mi colaboración anterior para la sección Capital de La Jornada, mencioné el caso de una joven que en una discusión sin importancia, sobre un juego de futbol, arrebató una playera con un valor ínfimo al simpatizante de un equipo rival y fue detenida por granaderos, puesta a disposición del Ministerio Público y luego consignada por robo agravado en pandilla; llegó al timorato juez que le dictó auto de formal prisión y con ello convirtió una travesura, que merecía cuando mucho una reprimenda o un arresto de pocas horas, en una tragedia para la vida de una estudiante de 18 años.

He sabido de otros casos en los que los policías que intervienen en discusiones o pleitos entre taxistas y sus pasajeros aconsejan a los primeros para que acusen a sus rivales en una pelea intrascendente, de asaltantes en transporte público, que también constituye una agravante y por tanto incremento de la pena y prisión preventiva por largos meses, en tanto que se acredita la verdad.

Lo anterior, hace que en las cárceles abunden jóvenes, mujeres y hombres, que entran a un verdadero calvario por actos que pueden ser antisociales, pero que no merecen una pena como la que los muchachos y muchachas reciben en los reclusorios. Es indispensable que las autoridades de seguridad pública, procuración de justicia y judiciales sean muy cuidadosas en los asuntos en los que sale peor el remedio que la enfermedad. La sociedad pierde mucho si un estudiante o un joven trabajador es segregado de su entorno familiar, para quedar rodeado de un ambiente dañino en alto grado para su formación, costoso para su familia en grado extremo, y todo por la aplicación rigorista y sin criterio de disposiciones destinadas a verdaderos delincuentes y no a personas que cometen errores, que no son asesorados debidamente o que, de ser responsables, deben pagar en justicia, pero sin excesos.

Es más valioso socialmente que una muchacha o un muchacho reciban asesoría adecuada de la defensoría de oficio y del Ministerio Público en forma oportuna a que tengan que padecer, ellos y sus familias, un verdadero drama que se prolonga por largos y angustiosos meses y a veces años.

Mucha razón tiene el rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Manuel Pérez Rocha, al señalar lo grave que es que en la capital del país se queden sin acceso a la educación superior más de 200 mil aspirantes; nuestros dirigentes sociales deben poner mayor atención en una política preventiva, que pasa necesariamente por la educación y reducir las acciones represivas que tan graves daños causan a las personas, en particular, y a la sociedad en su conjunto.



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jueves, 14 de mayo de 2009

Chesterton: paradojas, ortodoxia y humorismo


Era Chesterton un lector, admirador y recreador de los cuentos de hadas, esa expresión popular que surge desde las raíces más profundas de la cultura europea, da luz a las épocas oscuras y aún forma parte del espíritu subyacente en el mundo moderno; fábulas que son un reducto de ética y de filosofía popular. Esos relatos ciertamente no eran historias sino leyendas, por tanto más dignas de crédito, decía el mismo Chesterton, quien quizás sin saberlo y sin duda sin proponérselo, parecía un personaje de esos cuentos, un gigante de su propio relato; era a la vez el creador y la criatura de una larga y azarosa historia contada para todos, para sus lectores y para sus detractores, para sus amigos y para los desconocidos, sin distingo entre quienes pensaban como él o quienes disentían, siempre, en todo caso, con respeto y honradez intelectual.

Quienes escriben o hablan de Chesterton, aún hoy, pero por supuesto en su tiempo o poco después de su muerte acaecida en 1936, se refieren y se referían a él como un gigante, en lo físico y en lo intelectual, un hombre grande, corpulento, grueso, figura inconfundible y blanco frecuente de los caricaturistas, un hombre sin duda desmesurado que tuvo como característica fundamental el escribir y publicar sin descanso, polemizar, disentir de las corrientes de pensamiento prevalentes, hablar e inventar personajes y situaciones casi al infinito.

Siendo un admirador de la vida activa y de las aventuras, su misma vida fue una larga aventura intelectual, un cuento fantástico en el que era a la vez el gigante y Jack mata gigantes; siempre en medio de la acción, en las calles, en las plazas, en los tranvías suburbanos y en las tradicionales tabernas de Londres y sus alrededores, aunque también, ocasionalmente, invitado a los salones de los aristócratas y de los políticos a donde llegaba con el mismo desparpajo, agudo y picante de su charla plena de humor, polémica, profunda y caballerosa.

Durante toda su vida no paró de escribir poemas, novelas, ensayos, biografías, artículos periodísticos, epigramas, y de su pluma brotaron cientos y cientos de cuartillas y todo ese universo de palabras, personajes, situaciones, paisajes bajo un plan maestro del que nunca se separó: defender al cristianismo de las herejías nuevas y antiguas que lo acosaban, y que en su visión de profeta moderno comprendía que serían para el mundo fuente de desastres, explotación y guerras. Por supuesto, él estaba seguro de que lo que se llamaba entonces la cultura occidental saldría adelante y victoriosa.

Desde muy joven, cuando aún era, como lo describió entonces la esposa de su hermano Cecil, un personaje alto y apuesto, con algo del Cyrano de Rostand en el porte y el desplante, tuvo el gusto por la vida rica en incidentes y acontecimientos, llena de aventuras que lo mantenían dispuesto a los duelos de ingenio, de argumentos y contra argumentos, de retruécanos y paradojas. Un duelista intelectual me parecería una buena descripción de este escritor, verdadero personaje de su tiempo.

Gilbert K. Chesterton nació en 1874, fue amigo y cómplice de travesuras intelectuales de Hilaire Belloc, contrincante en interminables debates, pero también amigo de Bernard Shaw y de H. G. Wells, entre otros, temido en la polémica periodística, brillante y arrollador en el debate verbal, dispuesto siempre, como lo dice en Ortodoxia, a escribir un libro a la primera provocación.

Y muchas veces seguramente fue provocado, porque además de poemas, ensayos, artículos y epigramas para periódicos y revistas, algunas fundadas y dirigidas por él mismo, durante mucho tiempo escribió al menos un libro por año, sin dejar de entregar sus contribuciones periodísticas y sin cesar de dar conferencias y charlas.

Desde su primera novela de juventud se ganó el respeto y el reconocimiento de sus contemporáneos. El Napoleón de Notting Hill muestra un estilo peculiar de narrador a la vez profundo y jocoso, certero y casi cinematográfico en sus descripciones de paisajes y situaciones, imaginativo en la trama que linda con lo estrafalario, pero que se desenvuelve en forma amena e intrigante ante el telón de fondo de un alegato político, un aliento constante de apego, de amor al terruño, que el lector atisba primero y luego encuentra convincente e ineludible.

Su estilo inimitable continuó en otras muchas historias en las que Londres y sus alrededores, la niebla del Támesis, las casas de los barrios, los muelles, las puestas de sol, las hosterías, los colores cambiantes del amanecer o del crepúsculo son el escenario en que entran, salen y actúan personajes inigualables y geniales, casi siempre discutiendo y expresando ideas audaces y brillantes, frecuentemente sorprendentes. Así desfilan en las más conocidas e inquietantes de sus obras de narrativa: El hombre que fue jueves, El Club de los Negocios Raros, Las paradojas de Mr. Pond, Cuentos del Arco Largo y la que en lo personal me parece la más lograda y representativa de su pluma, La esfera y la cruz.

No resisto detenerme en ella. Esta novela, que aún me deleita cuando la releo, fue producto de su madurez intelectual; en ella encontramos envueltos en aventuras interminables a dos personajes enemigos declarados, un católico ferviente y un ateo, escoceses ambos, que deciden que alguno de los dos sale sobrando en este mundo y, como buenos caballeros, recurren a un duelo a espada para decidir cuál es el prescindible. El asalto concertado y sin ventajas es evitado una y otra vez por la policía, que los persigue implacablemente, y por un siniestro personaje, el secretario de Salud, que trata a toda costa de convencer a la opinión pública de que el ya ampliamente conocido duelo mortal por puro ideal y puro romanticismo, es sólo una vaga leyenda y una mala superstición.

Y como los irreconciliables amigos-enemigos tienen que huir juntos para escapar de los incansables agentes de la policía que tratan de aprehenderlos, corren y recorren la campiña inglesa, paran en poblados de pescadores y en hosterías escondidas, siempre buscando el lugar tranquilo para batirse sin ser interrumpidos. Sus correrías les permiten discutir largamente sobre sus diferencias y al lector ser testigo de sus argumentos vehementes, cargados de convicción, expresados por ambos con integridad intelectual y agilidad mental.

Lo más interesante de esta difícil e intrincada historia, que aprisiona al lector, es que en sus correrías los duelistas van topándose con prototipos de corrientes de pensamiento y de formas intemporales de ser de la gente. El ambicioso mercader narigudo que, a sabiendas de que es para cometer un crimen, les vende las armas con tal de obtener su ganancia; el seguidor de Nietzsche, adorador de la violencia, pero él mismo incapaz de enfrentarse a nadie, el lector de Tolstoi, pacifista a ultranza, y así uno a uno, todos los representantes de las ideologías en boga. El desenlace, con su ingrediente romántico, es una ingeniosa e indiscutible lección de ética, de filosofía y de política práctica, pero también una muestra irrebatible del ingenio del narrador, capaz de crear situaciones inesperadas y sorpresivas.

Fue también Chesterton cultivador magistral de la novela policíaca, campo de la literatura al que aporta su personaje singular, el diminuto y aparentemente ingenuo y distraído Padre Brown, héroe principal, tan sagaz y observador como el Sherlock Holmes de Connan Doyle, a quien aventaja en el conocimiento de la naturaleza humana. No es menos interesante el compañero de andanzas del Padre Brown, el ladrón arrepentido, ágil y fuerte, amigo de aventuras y frecuente acompañante del menudo sacerdote católico, el francés Flambeau, siempre dispuesto a la acción y a las hazañas de valor personal, complemento del equipo, equilibrio dialéctico y partícipe de las aventuras.

Chesterton podría haber escalado la fama sólo con los cuentos cortos, pequeñas joyas de la novela policíaca en las que el Padre Brown es el actor principal, pero sus colecciones policíacas son apenas una muestra de su basta obra, aunque sean una muestra genial. Seis libros, nada menos, de aventuras, en los que los criminales y los crímenes más atroces son descubiertos por la sagacidad y el poder de observación del Padre Brown, siempre alerta para penetrar lo mismo los pequeños detalles que delatan al trasgresor que las aberraciones intelectuales y morales que lo inducen al delito.

Desde El candor del Padre Brown, en 1911, que causó gran revuelo en el mundo intelectual de la época, hasta El escándalo del Padre Brown, en 1939, escrito ya cerca del fin de su vida, una de cuyas aventuras sucede en la frontera entre México y Estados Unidos y que cierra la serie. De ella forman parte La sabiduría del Padre Brown, La incredulidad del Padre Brown (tan ferviente creyente) y El secreto del Padre Brown. Sin desperdicio, al igual que sus relatos de La hostería Volante ”, El Club de los Negocios Raros y Cuentos del Arco Largo, todos con su sello peculiar, nutridos con las creencias populares y las formas de ser de su entrañable pueblo inglés.

Una veta más del genio chestertoniano, diferente en tono e intención, pero tan brillante, tan rica como sus relatos imaginarios, la constituye el conjunto de sus libros biográficos e históricos. Escudriñó y escribió sobre las vidas de personajes tan distantes y disímbolos como Chaucer y el santo filósofo Tomás de Aquino, o como Charles Dickens, de quien se sentía discípulo y admirador, y San Francisco de Asís, a quien veneraba sinceramente y a quien siempre admiró.

Para Chesterton, San Francisco, el santo poeta, admirador de la naturaleza, incansable caminante y fundador de comunidades y ermitas, es el prototipo del santo católico, a quien confronta y compara con el misticismo oriental encarnado en Buda. Mientras San Francisco, siempre activo e inquieto, yendo de un lugar a otro o construyendo algo, es como una cuerda de violín tensa y vibrante, abierto y entregado al mundo que lo rodea, Buda es un contemplador de sí mismo, “ensimismado”, inmóvil, aspirando al nirvana, a la nada, a la pérdida de la individualidad en el todo. San Francisco, por el contrario, incansable, asombrado ante lo que lo rodea y cantando a Dios y a la naturaleza, rescata y resalta su propia e intransferible individualidad, que trasciende pero que no se pierde ni se confunde.

De Charles Dickens dijo alguna vez que el autor de Las Aventuras de Mr. Pickwick, de David Copperfield, entre otras novelas, encontró “el ideal viviente y vigorizante de Inglaterra en las masas”, donde debe buscarse, y agrega: “Dickens era humorista, sentimental, optimista, pobre, inglés, y su mayor gloria fue haber visto a la humanidad en su lozanía asombrosa y no haber presentado nunca en sus obras a un gentleman .”

Digna de mención es su admirable estudio sobre Santo Tomás de Aquino, “el buey mudo”, con quien sin duda se identificaba por su corpulencia y por lo certero de sus razonamientos. También por su perseverancia y por su solidez en los dos campos en los que son imprescindibles la fe y la razón. De este ensayo biográfico expresó Étienne Gilson, el filósofo y erudito francés, que en él se aprecia a Chesterton, más que como un historiador, como un teólogo.

Otro libro asombroso de Chesterton es su Pequeña historia de Inglaterra, en la que hace gala de erudición inigualable y de amor a su país, sin que esto le impida ser un crítico certero de los personajes negativos que descubre entre los ambiciosos barones terratenientes, explotadores de campesinos y, más adelante, entre los navegantes, mercaderes esclavistas y piratas. En cambio, destaca figuras populares como el buen rey Ricardo, el de las gestas de los juglares medievales, y a otro, al autor de Utopía, Sir Tomás Moro, canciller del reino y mártir de la congruencia y de la integridad personal.

Es Ortodoxia otra de sus universalmente conocidas obras, inclasificable ensayo entre alegato, confesión y credo personal, libro definitorio en el que explica la aventura intelectual de su vida; en él Chesterton expresa con maestría sin igual sus más profundas convicciones, reitera las críticas a las herejías del falso progreso y del individualismo egoísta de su tiempo, y defiende con brío denodado la filosofía cristiana, lo que hoy llamaríamos la justicia social, y a las clases pobres de Inglaterra.

Dice, como preámbulo y metáfora de su aventura intelectual, que siempre había querido escribir la historia de un navegante audaz que zarpa de la vieja Inglaterra para descubrir tierra nuevas y lejanas, y al cabo de un largo recorrido, en lugar de una playa exótica y desconocida, desembarca de nuevo en la misma vieja isla europea de la que había salido a la aventura. La sensación del marino es doble y simultanea, descubre algo nuevo y asombroso que es al mismo tiempo familiar, seguro y acogedor.

En Ortodoxia, traducida al español en forma insuperable por Alfonso Reyes, no hay frase ni palabra desperdiciada o sobrante; G. K. C., como fue identificado por años, sin esta obra no sería entendido cabal y completamente. Su relato brevísimo del explorador que busca lo desconocido y regresa al hogar, es la metáfora de su inquietud intelectual que corre y recorre caminos del pensamiento, y al final encuentra confiado la seguridad de la filosofía tradicional que formó a Europa. En una de sus clásicas paradojas dice: “Yo soy el hombre que con suprema osadía descubrió lo que ya estaba descubierto.”

No fue por cierto ni un especialista en economía ni un politólogo al estilo moderno, pero en toda su obra se pone siempre de lado del pueblo frente a sus explotadores, de lado de los humildes y su dignidad, y nunca del lado de los soberbios, arrogantes, codiciosos que se jactan de su falsa grandeza. Frente al capitalismo rampante de la era victoriana, antepone su critica certera a los mercaderes y agiotistas, y no podemos olvidar, al tratar este tema, que en su juventud escribió para la moralización de la política y en defensa de los desvalidos. Fue en la revista New Witness en donde defendió y divulgó con otros camaradas, la corriente que llamaron el “distributismo” en defensa de la economía popular, como diríamos hoy y entonces especialmente, en defensa de la pequeña propiedad y en contra de la concentración de la riqueza. Fue siempre crítico severo de la plutocracia y del gobierno fundado en la protección de los intereses de los poderosos.

Su pensamiento, sus personajes, su alegre sabiduría han influido profundamente en todas partes. Los conocedores del tema saben que por todo el mundo, no sólo en Inglaterra, abundan los clubes de seguidores y admiradores de Chesterton, y hay páginas y portales en internet que se ocupan de su obra. En España las ediciones de traducciones de sus libros se han repetido una y otra vez; uno de sus traductores fue nada menos que Manuel Azaña.

En América Latina su influencia es indudable; podemos decir que al menos dos de los grandes de las letras latinoamericanas lo admiraron y respetaron; Alfonso Reyes fue su lector asiduo y su mejor traductor al español, y Jorge Luis Borges, quien lo citaba con frecuencia y se sentía su deudor intelectual y discípulo. En México frecuentemente se le cita. Un amplio artículo de Federico Arteaga, que conservo sin fecha ni fuente, pero que fue publicado en una revista local, es un excelente estudio y un homenaje a Chesterton. La editorial Polis, que tan buenos libros tenía en su acervo, contrarios al pensamiento oficial, en 1937, poco después de la desaparición física de Chesterton, publicó un pequeño libro en su homenaje, en el que escribieron sendos ensayos sobre él, el inquieto intelectual y alma de Polis, Jesús Guiza y Acevedo, el padre Antonio Brambila y Joaquín García Pimentel.

Para mí, y para muchos de mi generación, quienes nacimos en la década en que Chesterton murió, su influencia ha sido indudable y es nuestro deber rescatarlo para, al menos, proponerlo a las nuevas inquietudes y a las nuevas generaciones que buscan su propio camino y aspiran aún a pensar y convencer. Termino este trabajo con una cita clásica del extraordinario escritor, tomada de Ortodoxia, cuando en el primer capitulo del libro explica a quién sí y a quién no dirige su alegato: “Si hay quien mantenga que la extinción es preferible a la existencia, o la vida opaca preferible a la variedad y a la aventura, a ése no lo cuento entre los míos, con ése no hablo. Al que escoge la nada, la nada le doy.”

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lunes, 11 de mayo de 2009

Ahumada: las razones

La intencionalidad es lo que caracteriza a los actos humanos y los distingue de los hechos de la naturaleza. Carlos Ahumada Kurtz finalmente publica un libro del que viene hablando hace varios años, el cual ha usado como amenaza abierta que como moneda de cambio con sus protectores, que a fin de cuentas lo desampararon. Las intenciones de esta publicación las iremos entendiendo en los próximos días o quizá en los próximos años.

Cuando se tramó el complot, descubierto y denunciado oportunamente y hoy plenamente confirmado con las confesiones del autor del libro, coincidieron las intenciones de dos personajes con motivaciones diferentes, pero que compartieron un fin: perjudicar y desestabilizar al Gobierno del Distrito Federal. Ambos querían lo mismo, pero uno se movía por el deseo de venganza y el rencor, y el otro por salvarse de la persecución de la justicia.


Para el arrogante y pagado de sí Diego Fernández de Cevallos, era la oportunidad de vengar una afrenta que no ha podido olvidar; es usted un farsante, un farsante, le dijo Andrés Manuel López Obrador y se lo reiteró a pregunta expresa, cara a cara y a corta distancia, frente a las cámaras de un canal de televisión y por tanto ante una amplia audiencia.

Para el ego de Diego, siempre presumido, siempre valentón, que alguien le endilgara rotunda y claramente un adjetivo tan definitorio, fue algo intolerable. Lo aguantó de momento y tan sólo farfulló una débil respuesta, pero nunca olvidó; ahora dice que tiene cosas mejores de que ocuparse, seguramente en sus negocios, pero lo cierto es que en cuanto pudo oteó el momento de la venganza y lo aprovechó cuando se encontró con la situación propicia y con su copartícipe.


En cuanto a Ahumada, que resulta ahora escritor, hay que decir que se encuentra prófugo de la justicia mexicana, la cual debe reclamar su extradición de Argentina, porque aquí tiene pendiente una sentencia que cumplir, pues a pesar de todo el apoyo federal que recibió, no pudo evitar en última instancia una sentencia condenatoria, que buenos jueces y buenos magistrados que se respetan confirmaron en su momento.

La historia, en el fondo, es sencilla: la entonces contralora del Distrito Federal, Bertha Luján, en cumplimiento de su deber presentó ante la procuraduría capitalina información con la que se abrió una averiguación previa sobre un posible fraude en contra del patrimonio de la delegación Gustavo A. Madero. Se trataba de pagos por poco más de 30 millones de pesos por obras que no se había hecho, pero sí cobrado.


La indagatoria se desarrolló conforme a la ley sobre las empresas fantasmas que recibieron los cheques en forma indebida, se pudo detener a uno o dos de los cómplices, y en la procuraduría estábamos ya pisando los talones del principal dueño de otra empresa a cuya cuenta de banco fluían finalmente los dineros mal habidos.


Cuando Ahumada se percató de que la justicia estaba a punto de alcanzarlo, atemorizado, aterrorizado sacó los videos que con total falta de ética grabó a quienes confiaban en él, y los puso en manos de los enemigos políticos de AMLO; pensó, y así se lo ofrecieron, que lo iban a proteger y a pagar con largueza, pero no fue así.


Los dos personajes, el que quería vengarse y el que estaba asustado, llevaron las cosas al extremo que todos conocemos; en lugar de presentar los videos a las autoridades para que determinaran si había algún delito que perseguir, Carlos Salinas y los demás que participaron, según Ahumada confiesa en su libro, escogieron el camino del escándalo mediático, que tanto daño hizo a todos y, bien pensadas las cosas, al país.


Quedó claro desde entonces, y lo reitero, que la difusión de los videos fue la respuesta de quien estaba siendo investigado para tratar de dañar a quienes había descubierto su fechoría, no a la inversa. Se ha dicho que su consignación y juicio fueron en venganza por los videos, lo cierto es que cuando éstos se hicieron públicos la averiguación estaba muy avanzada y sus cómplices ya habían sido detenidos.


El apoyo que le dieron inicialmente todos los personajes que ahora descubre y exhibe en su libro están recibiendo una sopa de su propio chocolate, entonces lo usaron para poner en aprietos a su rival político, después quisieron cumplir su compromiso de salvarlo del proceso en su contra, pero no lo consiguieron, y ahora toma venganza.


Recordar el encuentro de los dos personajes que ejecutaron el complot, aunque no los que tomaron la decisión de perpetrarlo, me hizo recordar un viejo dicho que se usaba cuando dos pillos se ponían de acuerdo para alguna maldad: “ahora sí –se decía– se juntaron Palomita y Juan de amor”.


Bernardo Bátiz V.





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sábado, 9 de mayo de 2009

LA CALLE DE REGINA


De niño, mi padre vivió en las Calles de Regina, en la Ciudad de México, calle entonces de las últimas del Centro, llamado después primer cuadro, al sur de la muy colonial Mesones, que como ella, conserva su nombre tradicional, próxima a las ciénegas que cubrían, después de la calzada de Cuahtemoctzín y Arcos de Belén, lo que ahora son las colonias Obrera y Roma; mis abuelos y sus tres hijos habitaban una casona de dos pisos, con balcones de hierro forjado, patio central y portón.


Él y sus hermanos vivieron con temor y asombro la aventura de la Decena Trágica, escondidos, sin salir de casa; mi abuelo cubrió con colchones las ventanas en previsión de una bala perdida y ahí en su hogar de Regina, con temor y azoro infantil, se aturdieron con los cañonazos que desde la cercana Ciudadela enviaba el General Manuel Mondragón, con buena puntería, al Palacio Nacional. El tableteo de las ametralladoras emplazadas sobre la Calle de Balderas se escuchaba muy diferente a los disparos graneados de los fusiles.

Miedo y emoción, encierro forzado y curiosidad al ver pasar soldados a pie y a caballo, mulas cargadas con cajas de parque y uno que otro vehículo de motor tripulado por paisanos o militares; la lucha en el corazón de la capital, culminó con la traición de Victoriano Huerta y los asesinatos arteros del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente Pino Suárez.

Años después, durante los tres de mi secundaria, asistí a la Secundaria Uno, en el número 111 de la misma calle de Regina, cerca ya de Correo Mayor; durante esos años, conocí bien el rumbo, recorrí con mis camaradas los andurriales que aprendí a sentir como propios. En el Claustro de Sor Juana, además de varios locales de artesanos, estaba el Esmirna Dancing Club, y en el viejo palacio donde esta hoy el Museo de la Ciudad de México, había una tradicional cantina.


La Secundaria Uno se albergaba en un sólido edificio de cantera y ladrillo rojo, de tres altos pisos, patio inmenso y robustas columnas neoclásicas, que había sido construido para seminario conciliar y que era entonces el orgullo de las primeras escuelas de educación media, que impulsó lel movimiento vasconcelista; tuvimos buenos maestros que nos enseñaban y nos educaban, con ellos y por nuestra cuenta, se formaba el carácter. Nos transportábamos algunos amigos y yo, hacia el sur de la ciudad, a las colonias Álamos, Portales o Moderna en los tranvías amarillos que llegaban desde el Zócalo hasta Tlalpan y Xochimilco.

Regina es una calle que recorrí muchas veces en mi adolescencia, la formaban muchas casas de vecindad un poco abandonadas, una estación de bomberos y un resabio de los viejos tiempos, las antiguas cererías. Mi padre también de niño, jugó en el jardín de la placita de Regina y seguramente caminó por las mismas calles que yo.
Por ello, me llenó de satisfacción y removió viejos recuerdos un recorrido con unos buenos amigos por esa antigua rúa, hoy peatonal, adoquinada con un piso de cemento en forma de reja y rehabilitada como otras del Centro, por el actual gobierno. La calle recuperó su aspecto vivaz y alegre; hay ya algunos edificios modernos, pero se han conservados viejas casonas porfirianas algunas y otras más antiguas de la época virreinal. En un solar entre Bolívar e Isabel La Católica se habilitó un jardín de juegos para niños y frente a la señorial Iglesia de Regina Coelli (Reina del Cielo), abierta al culto, la plaza se encuentra adorna con bancas, arriates y prados, limpia, bien vigilada y atendida.

Hasta el sombrío edificio de la Fundación Concepción Beistegui se ve más limpio y con un nuevo aspecto, sus viejos muros devuelven el eco de las risas de los niños que juegan en la calle, igual que antes y en ambas aceras hay pequeños negocios donde venden café de primera y comidas tradicionales.

Si la obra del Gobierno de la Ciudad continúa por ese camino, nuestro hermoso Centro Histórico rehabilitado y remozado, volverá a ser el orgullo de la República y corona de la ciudad hospitalaria y alegre, tan digna, distinguida y galana como cualquier otra gran ciudad del mundo.

México, D. F. a 26 de Diciembre de 2009.
Bernardo Bátiz V.

lunes, 4 de mayo de 2009

D. F. PUEBLO EJEMPLAR


Los habitantes del Distrito Federal han demostrado en múltiples ocasiones su alto sentido de responsabilidad social ante catástrofes y problemas colectivos; un hecho ya remoto que viene a la memoria, es la defensa heroica que la Guardia Nacional hizo ante el asedio a la Ciudad por las tropas norteamericanas en 1847; en Churubusco se batieron bajo las ordenes del General Anaya, hasta disparar el último cartucho, no los soldados de línea que estaban en los lomeríos cercanos al Valle de México sin intervenir, sino los artesanos, los artistas, los cocheros, los cargadores y los profesionistas de México, incluidos los que por burla eran llamados los “polkos”, todos, defendieron su ciudad con valor y generosidad.

En los temblores de 1985, mientras que las autoridades, desde las más altas hasta las menores, se quedaron pasmados ante la cantidad de edificios derrumbados y la suspensión de los servicios básicos, los habitantes de la capital fueron quienes se organizaron para buscar victimas, rescatar algo y poner orden en el caos que siguió a la desgracia. Todavía algunas de las organizaciones que surgieron con motivo de los sismos, siguen vivas y actuando en favor de la comunidad, un ejemplo es la agrupación que lleva el nombre de la luchadora social “Benita Galeana”, que sigue encabezando grupos de marginados deseosos de mejorar su situación.

Ahora, con motivo del riesgo de pandemia que se vive en todo el mundo, pero especialmente en esta ciudad capital, el pueblo que la habita, los siempre participativos vecinos, han vuelto a dar muestras de responsabilidad y de sentido del deber.

Al circular por las calles semidesiertas de la gran urbe, por todos lados vemos a las personas con sus tapabocas, tratando de cumplir las instrucciones que hasta el cansancio, las autoridades federales han dado para evitar el contagio; son admirables los agentes de policía que se encuentran a lo largo de las avenidas, cuidando la circulación y soportando el calor, así como frecuentemente, la insolencia de los automovilistas. En las mañanas los recolectores de basura cumplen puntualmente con su deben, los operadores del metro y de los microbuses enguantados y con las mascarillas, continúan prestando el servicio que tienen encomendado.

La orden que dio el Jefe de Gobierno de cerrar los restoranes, bares, cantinas y otros establecimientos similares, ha sido cumplida y aun cuando algunos han protestado por que les ha parecido excesiva, la misma Organización Mundial de la Saludad confirmó, contradiciendo la critica velada del presidente Calderón, que la medida fue oportuna y necesaria.

Estoy cierto de que esta hermosa y hospitalaria ciudad de México saldrá otra vez adelante de esta nueva desgracia que se cierne sobre ella; a pesar de lo densamente poblado de la urbe en que se asientan los poderes federales, de las dificultades con motivo de le escasez de agua y algunas compras de pánico provocadas por las exageraciones de la televisión, los habitantes han demostrado disciplina y orden.

Ciertamente, han corrido rumores diversos sobre el origen del virus y sobre la credibilidad de las autoridades federales; esto se explica principalmente por que quienes tiene el deber de orientar e informar a la sociedad, han incurrido en ridículas contradicciones acerca del número de personas fallecidas y han cometido el grave error de tratar de aprovechar una desgracia colectiva para sacar ventajas políticas; un ejemplo de ello, es la insistente publicidad sobre la cantidad de pisos de cemento que han ordenado desde los Pinos, como si esa obra de elemental solidaridad fuera algo más que una mínima parte del deber de justicia social que tiene el gobierno con los más necesitados.

La ciudad con sus autoridades al frente, saldrá adelante y como siempre, el tiempo irá decantando quienes hacen bien las cosas y quienes las hacen sin sensibilidad social y buscando ventajas personales o partidistas.

México, D. F. a 1° de Mayo de 2009.
Bernardo Bátiz V.

DELINCUENCIA, CAUSAS Y EFECTOS

Nuestros senadores y diputados siguen discutiendo iniciativas que les envía el impugnado titular del ejecutivo federal, en las que para combatir a la delincuencia organizada o bandas de narcotraficantes, se proponen recetas que se acumulan unas sobre otras y que son ya un verdadero laberinto que poca entienden, porque todavía no se termina de discutir una ley, cuando ya está llegando la nueva iniciativa, todas, según sus autores como indispensables y urgentes para salvar a México de los delincuentes.

Lo lamentable es que las recetas que se proponen están siempre relacionadas con la fuerza, nuevos tipos penales, aumento a los años de cárcel, sanciones más severas, espionaje e incremento a las facultades de las fuerzas represivas. Esto es, que quieren vendernos tranquilidad y seguridad a costa de nuestras libertades y derechos, pero no van al fondo de la cuestión, al porque del fenómeno sociológico de la cultura delincuencial.

La Secretaría de Gobernación defiende la última iniciativa aduciendo que es resultado de una amplia discusión entre diversas instancias gubernamentales relacionadas con la lucha en contra de las bandas criminales y que se propone fortalecer a las instituciones que participan en esa lucha. En realidad, al menos en parte, las nuevas medidas, son en realidad, para justificar acciones que ya han sido y siguen siendo puestas en práctica, aun antes de que se aprueben las leyes, como ha sucedido en otros casos.

En opinión del senador Pablo Gómez, el presidente pretende adjudicarse la facultad de suspender parcialmente las garantías, decretando una especie de estado de sitio, como medida para la lucha contra el narcotráfico.

Nuevamente, se trata de acciones que se ocupan y preocupan de la persecución, de más facultades a soldados y a policías, de fuerza y más fuerza y de escaladas de violencia, pero se olvidan otra vez, de combatir las fuentes de las que surge el fenómeno delincuencial; nunca han pensado, los funcionarios que con tanto entusiasmo y poco éxito proclaman la guerra contra el narco, ¿por qué estas fuerzas obscuras cuentan con verdaderos ejércitos de personas, en especial jóvenes dispuestos a incorporarse como integrantes de las bandas?

La respuesta es que si no combatimos las causas que propician y facilitan ambientes delincuenciales, podemos estar ampliando cárceles y encerrando a nuevas generaciones de muchachos, por años y años, sin resultados apreciables.

Hace unos días, en la sede de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, tuvo lugar una reunión de diversas personas interesadas en los problemas de la seguridad y la justicia, en la que tuve la oportunidad de escuchar al P. Luigi Ciotti, quien en Italia ha encabezado diversos grupos civiles, por supuesto no gubernamentales, pero frecuentemente cercanos a las acciones de gobierno, que se han ocupado del tema.

La exposición del Padre Ciotti, organizador del Grupo Abele, y fundador del Movimiento Libera, fue sumamente interesante, destacó que cada vez es mayor el número de personas civiles que con mucho valor y a pesar de las amenazas de las mafias de su país, se organizan para buscar que se sancione con energía a los delincuentes, pero también que no se olvide a las víctimas y a los familiares de las víctimas directas; en su opinión la respuesta en contra de la delincuencia debe tener dos caminos, uno es la sanción y la persecución, pero el otro, fundamental es buscar las causas del problema social.

En su opinión, no se puede tener éxito en esa batalla, sin buscar la justicia y en especial, remarcó, la justicia social; esto es, que si en la sociedad hay un fondo de injusticia estructural y un marco de desigualdades económicas, culturales, educativas, que es necesario revertir; por cada delincuente que enviemos a los reclusorios, si no modificamos las estructuras injustas, aparecerán dos, tres o más dispuestos a ocupar su lugar.

No defiende por supuesto a los delincuentes, en una profunda expresión, dice que es incompatible la acción criminal con el Evangelio”; por ello, todos los laicos y los religiosos interesados en formar comunidades y asociaciones en contra de la criminalidad, deben ocuparse en primer lugar de saber, de tener conocimientos para poder dar respuestas a quienes forman parte del mundo de la droga y del delito; deben también actuar no solo con “responsabilidad” si no principalmente con “corresponsabilidad”. La agrupación Abele por él fundada, no es otra cosa que una red de agrupaciones que se apoyan unas a otras y que, para cambiar la cultura del delito por otra de concordia y respeto, usan todas las herramientas a su alcance, el deporte, la cultura, la convivencia social, el estudio, etc.

Principalmente es necesario buscar en forma colectiva, la justicia, que comienza según expresión de Padre Ciotti con la justicia social, que no es solo la legalidad, si no que es equidad y sensibilidad ante los problemas de pobreza y marginación; en su opinión, la mafia se alimenta de la injusticia social.

Nuestra autoridades que tanto se inquietan y agitan por los hechos terribles que los medios de comunicación nos ponen demasiado insistentemente ante nuestros ojos, deberían encausar sus reflexiones a este otro punto de vista del problema, al combate eficaz de las causas de la descomposición social y no solo a sus efectos que se expresan en forma truculenta en homicidios, tiroteos y venganzas, que son terribles y que hay que sancionar, pero que no cesarán sino cegamos la fuente de injusticia de la que provienen.

México D. F. a 24 de Abril de 2009.

Bernardo Bátiz V.