sábado, 9 de mayo de 2009

LA CALLE DE REGINA


De niño, mi padre vivió en las Calles de Regina, en la Ciudad de México, calle entonces de las últimas del Centro, llamado después primer cuadro, al sur de la muy colonial Mesones, que como ella, conserva su nombre tradicional, próxima a las ciénegas que cubrían, después de la calzada de Cuahtemoctzín y Arcos de Belén, lo que ahora son las colonias Obrera y Roma; mis abuelos y sus tres hijos habitaban una casona de dos pisos, con balcones de hierro forjado, patio central y portón.


Él y sus hermanos vivieron con temor y asombro la aventura de la Decena Trágica, escondidos, sin salir de casa; mi abuelo cubrió con colchones las ventanas en previsión de una bala perdida y ahí en su hogar de Regina, con temor y azoro infantil, se aturdieron con los cañonazos que desde la cercana Ciudadela enviaba el General Manuel Mondragón, con buena puntería, al Palacio Nacional. El tableteo de las ametralladoras emplazadas sobre la Calle de Balderas se escuchaba muy diferente a los disparos graneados de los fusiles.

Miedo y emoción, encierro forzado y curiosidad al ver pasar soldados a pie y a caballo, mulas cargadas con cajas de parque y uno que otro vehículo de motor tripulado por paisanos o militares; la lucha en el corazón de la capital, culminó con la traición de Victoriano Huerta y los asesinatos arteros del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente Pino Suárez.

Años después, durante los tres de mi secundaria, asistí a la Secundaria Uno, en el número 111 de la misma calle de Regina, cerca ya de Correo Mayor; durante esos años, conocí bien el rumbo, recorrí con mis camaradas los andurriales que aprendí a sentir como propios. En el Claustro de Sor Juana, además de varios locales de artesanos, estaba el Esmirna Dancing Club, y en el viejo palacio donde esta hoy el Museo de la Ciudad de México, había una tradicional cantina.


La Secundaria Uno se albergaba en un sólido edificio de cantera y ladrillo rojo, de tres altos pisos, patio inmenso y robustas columnas neoclásicas, que había sido construido para seminario conciliar y que era entonces el orgullo de las primeras escuelas de educación media, que impulsó lel movimiento vasconcelista; tuvimos buenos maestros que nos enseñaban y nos educaban, con ellos y por nuestra cuenta, se formaba el carácter. Nos transportábamos algunos amigos y yo, hacia el sur de la ciudad, a las colonias Álamos, Portales o Moderna en los tranvías amarillos que llegaban desde el Zócalo hasta Tlalpan y Xochimilco.

Regina es una calle que recorrí muchas veces en mi adolescencia, la formaban muchas casas de vecindad un poco abandonadas, una estación de bomberos y un resabio de los viejos tiempos, las antiguas cererías. Mi padre también de niño, jugó en el jardín de la placita de Regina y seguramente caminó por las mismas calles que yo.
Por ello, me llenó de satisfacción y removió viejos recuerdos un recorrido con unos buenos amigos por esa antigua rúa, hoy peatonal, adoquinada con un piso de cemento en forma de reja y rehabilitada como otras del Centro, por el actual gobierno. La calle recuperó su aspecto vivaz y alegre; hay ya algunos edificios modernos, pero se han conservados viejas casonas porfirianas algunas y otras más antiguas de la época virreinal. En un solar entre Bolívar e Isabel La Católica se habilitó un jardín de juegos para niños y frente a la señorial Iglesia de Regina Coelli (Reina del Cielo), abierta al culto, la plaza se encuentra adorna con bancas, arriates y prados, limpia, bien vigilada y atendida.

Hasta el sombrío edificio de la Fundación Concepción Beistegui se ve más limpio y con un nuevo aspecto, sus viejos muros devuelven el eco de las risas de los niños que juegan en la calle, igual que antes y en ambas aceras hay pequeños negocios donde venden café de primera y comidas tradicionales.

Si la obra del Gobierno de la Ciudad continúa por ese camino, nuestro hermoso Centro Histórico rehabilitado y remozado, volverá a ser el orgullo de la República y corona de la ciudad hospitalaria y alegre, tan digna, distinguida y galana como cualquier otra gran ciudad del mundo.

México, D. F. a 26 de Diciembre de 2009.
Bernardo Bátiz V.

3 comentarios:

  1. Estuve en el DF a principios de año y pude constatar en las calles del centro historico el remozamiento que se esta llevando a cabo de sus edificios y plazas. Pude ver un Centro Historico radiante, testo de visitantes europeos -no asi de norteamericanos, que por ese entonces estaban siendo asustados a conciencia por el gobierno de este pais sobre abtenerse de visitar Mexcio debido a la violencia-. Fue esperanzador ver que el gobierno capitalino no planea dejar que el centro se convierta en un inmenso tianguis y muera entre la basura y y el descuido.. Si debo hacer una critica esa seria que bien se pone especial atencion a las zonas turisticas y se olvida de calles de gran valor historico y cultural, pero de escaso atractivo turistico.

    Me sorpende descubrir que mantiene un blog, lo felicito en verdad, Maestro Batiz, sera un palcer venir a leer.

    ResponderEliminar
  2. ENTERARSE DE QUE EN EL D.F. SE TRABAJA PARA RECUPERAR UNA IMAGEN DE LA HISTORIA DEBE SER TAREA DE LOS CIUDADANOS CON LA IDEA DE VOLVER A LA IDENTIDAD DE ESPACIOS Y AL ORGULLO DE SENTIRSE MEXICANO. SALUDOS.

    ResponderEliminar
  3. I walked the streets of Mexico city's historic center with todavia. I fell in love with the buildings, the windows, and balconies. I don't understand why architects no longer design "beautiful" windows that fill the heart with hope and dreams. A square with glass is not enough.

    ResponderEliminar